Aurora desalojó a cientos de un edificio de apartamentos. Seguimos a una madre de tres mientras decidía qué hacer a continuación

Después de avisarles con solo seis días de anticipación, la policía de Aurora llegó a las 7 de la mañana a decirles a las personas que se fueran o serían arrestadas.
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Yubisay Fonseca camina hacia un hotel en Aurora después de que a ella y a sus vecinos los obligaran a desalojar sus apartamentos en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kyle Harris/Denverite

Traducido por Alejandra Castañeda.


Yubisay Fonseca empaca de prisa. También lo hacen sus tres hijos, su esposo Carlos y el resto de su familia—y más de cien vecinos.

Tienen hasta las 7 de la mañana el martes—menos de 12 horas—para dejar sus apartamentos antes que la policía de Aurora saque a las familias del edificio donde viven y bloquee su regreso.  

En recientes semanas, ha habido una serie de delitos en el edificio, incluyendo tiroteos y un intento de asesinato.  

Durante años, el edificio ha estado en mal estado. La basura se acumula afuera. Ha crecido moho debido a tuberías rotas. Han pasado animales apresurados por los apartamentos.  

Y solo hace un par de días, la Ciudad de Aurora ordenó el cierre del edificio en nombre de la seguridad—el final de este capítulo para Fitzsimmons Place, un edificio de apartamentos cerca de Colfax Avenue con un poco más de 90 apartamentos donde principalmente familias hispanohablantes comparten una vivienda. 

Cualquier persona que intente quedarse después de las 7 de la mañana será arrestada. Cualquiera que se vaya terminará sin techo hasta que encuentre un lugar permanente donde quedarse.  

Personas cargan sus pertenencias al salir de los apartamentos Fitzsimons Place en Aurora, después de que la ciudad clausurara la propiedad recientemente. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Una madre canta. 

Fonseca toma un descanso mientras empaca el lunes por la noche. Se para en el balcón de su apartamento en el tercer piso. Con ojeras y una sonrisa ganada a la fuerza en su car, canta a viva voz una canción en español para sus vecinos, alabando a Jesucristo.

Viva la fe 

Viva la esperanza

Viva el amor

Que viva Cristo

Que viva el Rey

Yubisay Fonseca se para afuera de su vivienda en los apartamentos Fitzsimons Place de Aurora, de donde la están obligando a salirse. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Para clausurar el edificio de apartamentos, el cual Fonseca considera su hogar, la Ciudad de Aurora dejará a docenas de niños, a sus padres y a muchos otros sin techo, viviendo en habitaciones temporales de hotel hasta finales de agosto.  

Después de eso, las familias no tienen garantizado un lugar donde vivir a largo plazo, aunque la ciudad tiene fondos para ofrecer como dinero de depósito si las personas pueden encontrar un lugar asequible en un mercado con poca vivienda disponible y alquileres fuera de su alcance.  

La ciudad no está gestionando los casos de esos inquilinos. Tampoco lo está haciendo una organización grande sin fines de lucro como Colorado Coalition for the Homeless. Un diverso grupo de activistas está a cargo.  

“Estamos improvisando”, dijo Nate Kassa, un organizador con la Cooperativa Comunitaria de East Colfax. 

La Ciudad de Aurora dice que Fitzsimmons Place no es habitable y que han estado luchando con el propietario, CBZ Management, para que lo limpie por dos años. Ahora el edificio está aún peor.  

Fonseca dice que la mayoría de las personas que vivían ahí pagaban sus gastos, cuidaban de sus espacios y no hicieron nada malo. El propietario, quien está involucrado en un caso legal con la Ciudad de Aurora, los abandonó. Los inquilinos son las víctimas aquí.  

Y los funcionarios de la ciudad están de acuerdo.

Ahora Aurora está obligando a los inquilinos en el edificio a salirse y ofreciéndoles apoyo limitado, todo distribuido por lo que la ciudad dice son socios comunitarios valiosos—socios comunitarios que dicen que necesitan más ayuda del gobierno de la ciudad. 

Antonio Ortiz (der.) sube sus pertenencias a una camioneta mientras se muda rápidamente de los clausurados apartamentos Fitzsimons Place en Aurora. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

La ciudad sorprendió a los inquilinos con solo seis días de anticipación con la noticia de que tenían que mudarse. Sin embargo, el Estatuto de la Ciudad de Aurora permitía 15. Más temprano el lunes, los residentes fueron al Edificio Municipal de Aurora con los socios comunitarios y dijeron que necesitaban los15 días enteros.  

¿Por qué les ofrecieron menos del tiempo permitido?  

Fitzsimmons Place es demasiado peligroso, los funcionarios de la ciudad dijeron.  

Eso inició un reñido proceso que dejó a familias recientemente desalojadas sentadas sobre una acera por 12 horas, sin baños, sin apoyo directo de los trabajadores de la ciudad y sin planes concretos. 

La prensa recibió mensajes más frecuentes de la ciudad que los inquilinos, hasta mientras un puñado de voluntarios agobiados hacían lo mejor que podían con lo que Aurora les había dado.  

El lunes por la noche, la familia de Fonseca empaca lo que puede. La temperatura está bajando. El viento sopla fuerte. 

Los inquilinos encienden parrillas en los tres pisos del complejo. El aire tiene un olor peligroso como si el edificio estuviera en llamas, pero solo es carne asada. 

Fonseca les grita a sus vecinos al otro lado del patio interior, saludándolos. Le responden el saludo. Dice que lo hace todo el tiempo.  

“Los conozco, y los conozco a ellos, y los conozco a ellos”, dice, señalando puertas en todos los niveles, en toda dirección. 

Niños juegan en el patio interior de los recientemente clausurados apartamentos Fitzsimons Place en Aurora, donde alguien escribió "SOS" y "HELP" con rocas días antes que los inquilinos de aquí se vieran obligados a salirse. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

La mayoría de sus vecinos vinieron de Venezuela. Tienen una comunidad ahí en Fitzsimmons Place, un refugio seguro en un país desconocido con un idioma que no hablan, comida que no es de su gusto y una cultura por la cual todavía están aprendiendo a orientarse. 

Observa hacia abajo a niños que se ríen, incluyendo a su hijo Gabriel de 5 años, andando en patinetas y bicicletas, haciendo formas de ocho en caminos de piedra abajo, sin saber que la policía vendrá por la mañana.  

“Nos vamos a mudar”, es lo que Fonseca le dice a Gabriel cuando él pregunta por qué todos están empacando. Hay mucho que no le dice.  

Yubisay Fonseca se para afuera de su hogar en los apartamentos Fitzsimons Place en Aurora, donde una reciente clausura la está obligando a salirse. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Abajo, niños mayores en el patio hacen carteles bilingües de protesta suplicándole a la ciudad que les dé más tiempo para empacar. La ciudad ya había dicho “no” y ahora no iba a cambiar.  

Los vecinos de Fonseca cargan colchones hundidos, cajas llenas hasta el borde, lavadoras y maletas hacia camionetas y automóviles oxidados tan antiguos que casi parecen estar armados con pegamento.  

“Esto es injusto”, Fonseca dice. 

La gente que vive en Fitzsimmons Place no es gente mala, dice. No son culpables de los delitos por los que el propietario los ha culpado—acusándolos de ser integrantes de pandillas. Son una comunidad de familias con niños—tantos niños. 

Una niña pequeña camina por el portón de los apartamentos Fitzsimons Place en Aurora, donde las personas se están mudando apuradas después de que la ciudad ordenara recientemente su clausura. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Un variado grupo de anarquistas, socialistas, estudiantes y organizadores vecinales ayudan a las familias a encontrar refugio y vivienda.  

Dos voluntarios de la Cooperativa Comunitaria de East Colfax y otro de la organización Housekeys Action Network Denver se sientan sobre piedras y sillas plegables mientras reciben información de los inquilinos para ayudarlos a encontrar vivienda, con cierto éxito.  

Anarquistas distribuyen agua embotellada y refrigerios. Juegan con niños. Se enfurecen contra un sistema que dicen es racista, y se preguntan cómo sucedió que ellos son los que están realizando la labor del gobierno.  

Aurora dice que estos grupos son “socios comunitarios”. Los socios necesitan más ayuda: flexibilidad con la fecha de mudanza, habitaciones de hotel aseguradas y apoyo directo para trabajar con las familias.  

La ciudad no ofrece nada de eso. 

Alondra Arroyo (der.) y Meagan Crow suben pertenencias de un hogar en los apartamentos Fitzsimons Place en Aurora, después de que la ciudad clausurara recientemente la propiedad y obligara a todos a salirse. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Está Angel, un estudiante de aviación con la Cooperativa Comunitaria de East Colfax, cuyos padres vinieron de México. Había estado trabajando todo el día sin descanso, traduciendo las inquietudes de las familias para otros organizadores.  

También está Emily, una organizadora que habla inglés. Su español mejora cada minuto con cada caso que trata de resolver. Los niños la adoran. Los padres le hacen muchas preguntas, de las cuales puede contestar pocas. 

Está V Reeves, unx organizadorx por años con Housekeys Action Network Denver, quien habla español con fluidez y registra la información de las familias mientras los niños lx cubren con abrazos, muñecas y dulces. Reeves ha estado trabajando cada día de los seis desde que el aviso se publicó para ayudar a los inquilinos con el tumulto. Planea pasar la noche aquí, en caso de que equipos de armas y tácticas especiales (SWAT, por sus siglas en inglés) hagan una redada antes en el edificio.  

Los tres están tratando de construir el sistema mientras lo implementan y volverán al día siguiente para hacerlo otra vez. 

Más tarde esa noche, Reeves se reúne en un círculo con activistas para decirles que se dividan en dos grupos en la mañana—uno para ayudar con la mudanza y el otro para protestar. Deben evitar conflictos con la policía en frente de los niños. Los niños ya están suficientemente traumatizados. Pero lejos de los niños: avergüencen a los policías y avergüencen a la ciudad. 

V Reeves comparte la estrategia con un grupo de activistas que vinieron a Fitzsimons Place en Aurora para ayudar a los inquilinos que fueron obligados a salirse después de que la ciudad clausurara el edificio. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

La madre a quien le robaron.

El hijo y la hija de Eliza Pinto tuvieron su primer día de clase en una escuela a la que no regresarán si se quedan en un hotel demasiado alejado.

¿Cómo les fue el primer día? 

Okay”, dijo la hija, sonriendo como si dudara hasta de eso.  

El hijo, recostado sobre un colchón infestado de chinches, ve videos en YouTube mientras el esposo de Pinto va sacando sus pertenencias.  

El hijo de Eliza Pinto se recuesta sobre un colchón inflable en su apartamento en el edificio de Fitzsimons Place en Aurora, un par de horas antes de que todos tengan que despertarse y salirse permanentemente. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Pinto mueve sus dedos por la pared, señalando los lugares donde su familia arregló los agujeros que dejaron los inquilinos anteriores, pintando sobre las cicatrices. El agua caliente dejó de funcionar hace un mes, así que todos han estado bañándose con agua fría. Hay un gran agujero donde estuviera el aire acondicionado, con tiras grandes que dejan entrar la luz y cualquier otra cosa más. 

El vientre de su hijo está cubierto de picaduras de chinches, Pinto dice, y también sus brazos.  

Esto no es nada nuevo. Mira en línea los comentarios sobre Fitzsimmons Place de hace cinco años. Inquilinos antiguos describían ratas y bichos, probablemente los ancestros de la plaga que ahora afecta a su familia. 

Eliza Pinto se para en su apartamento en el edificio de Fitzsimons Place en Aurora mientras se prepara para mudarse, obligada por la reciente clausura de la propiedad. 12 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Está desconcertada. Pagó el depósito. Pagó meses en alquiler. ¿Cómo es posible que ahora ya no tenga un hogar? El propietario le debe a su familia el dinero del reembolso, pero Pinto duda que lo recibirá.  

“Nos han robado”, dice. 

En lugar de un reembolso, tendrá a la policía escoltándola para salirse. 

“Es horrible”, dice.  

Antes que llegue la policía. 

Durante la noche, los organizadores siguen anotando los nombres de las familias y números de habitación en una base de datos. Se quedan despiertos hasta las 2 de la madrugada. 

El patio interior está en silencio mientras el sol empieza a salir nuevamente.  

Un par de activistas ayudan a las familias a llevar sus pertenencias al estacionamiento—un último esfuerzo para asegurar que saquen todo lo importante antes que llegue la policía. 

La Ciudad de Aurora sigue sin tener personal en el edificio mientras la gente se apresura para cumplir con la hora límite de las 7 de la mañana. Un portavoz de Aurora dice que empleados de la ciudad estarán pronto en camino. Todavía están despertando y preparándose.  

Mientras tanto, grupos de familias reúnen sus pertenencias, bebés y mascotas en el estacionamiento, esperando que la ciudad las ayude.

Artículos olvidados en un apartamento de Fitzsimons Place en Aurora después de la reciente clausura que obligó que los inquilinos tuvieran que salirse apresurados. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Luego vino la policía.

Justo antes de las 7 de la mañana, agentes de la policía de Aurora llegan al estacionamiento y les dicen a las personas que se vayan o serán arrestadas. 

Algunos inquilinos todavía están mudándose.  

“Necesitamos más tiempo”, un activista les dice a los agentes.  

“No es mi plan”, un policía dice. “Solo estoy haciendo mi trabajo”.  

El activista quiere hablar con alguien que esté a cargo. El policía le dice—y finalmente a todos los inquilinos—que vayan a la esquina de 16th Avenue y Oswego Street, donde el agente dice que los funcionarios de la ciudad pronto estarán disponibles para contestar preguntas.  

Agentes de la policía de Aurora llegan al edificio recientemente clausurado de los apartamentos Fitzsimons Place en Aurora para asegurar que los inquilinos se salgan. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Pinto es parte de un grupo de madres que intentan hablar con los policías, que demandan que las cambien a otro apartamento, que dicen que quieren más tiempo.  

Los agentes ingresan al patio interior del edificio, suben por las escaleras de metal y se posicionan en las entradas de los tres pisos.  

Otros escoltan a Fonseca y a otros de sus hogares. 

Irianny Perez grita y canta a través de un megáfono mientras ella y sus vecinos se ven obligados a salirse de los recientemente clausurados apartamentos Fitzsimons Place en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

En el estacionamiento, las familias les gritan a los policías. Los policías les dicen que se vayan—ya no hay nada aquí para ellas. Sus hogares ya no son sus hogares.   

Fonseca y Pinto se unen a un grupo que grita y canta en español: “Queremos soluciones”.

Los policías, quienes en su mayoría hablan inglés, los miran confundidos, diciéndoles que se vayan o serán arrestados. Este es el único mensaje que los inquilinos escuchan de la Ciudad de Aurora el día de hoy.  

Mientras las personas empiezan a irse, los agentes de la policía explican que el Departamento del Alguacil es el que usualmente maneja los desalojos, no la policía. Este no es un desalojo sino un proceso para reducir daños (abatement, en inglés). 

Entre las personas con las que hablamos, solo una observa a un agente o empleado de la ciudad ayudar—alguien del departamento de control de animales que ayudó a una familia a obtener comida para gatos.  

La policía cierra 16th Avenue y vigila a la multitud.  

Más allá de los policías parados detrás de una cinta amarilla, no hay ningún funcionario de la ciudad que pueda responder a las preguntas de los inquilinos en la esquina de 16th Avenue y Oswego Street, como les prometieron. 

A los inquilinos desalojados no los llevan adentro. No tienen un baño para usar y hay pocos lugares para encontrar sombra. Conductores en automóviles pasan por la calle, mientras los niños juegan ahí. No un policía, sino un activista, dirige el tráfico. 

Los mismos organizadores que estaban ingresando nombres en la base de datos anoche siguen haciéndolo.

Agentes de la policía de Aurora recorren los apartamentos Fitzsimons Place recientemente clausurados en Aurora para asegurar que los inquilinos se salgan. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Primero, Fonseca y Pinto se unen a una multitud—una mezcla de inquilinos, padres, niños y activistas—que gritan enfrente de los policías mientras esperan por una habitación de hotel.  

“Queremos soluciones”, repiten otra vez en español. 

Pero las familias están cansadas. Al poco tiempo se sientan, y los activistas gritan en inglés. 

“¿Qué están diciendo?” Pinto pregunta.  

Quienes protestan están comparando a la policía con el Ku Klux Klan, una referencia que los inmigrantes venezolanos no entienden. Los activistas les dicen a los agentes “colonizadores” y los acusan de ser “asesinos”. 

Mencionan el asesinato de Kilyn Lewis, un hombre de 37 años que murió cuando la Policía de Aurora le disparó en mayo.

Activistas cantan y gritan enfrente de la policía mientras personas se ven obligadas a salirse de los recientemente clausurados apartamentos Fitzsimons Place en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Las horas pasan. La gente espera. 

Tres voluntarios de la Cooperativa Comunitaria de East Colfax intentan organizar la reubicación de más de 100 personas. No toman descansos. Tienen pocas soluciones. Han estado trabajando en esto desde el lunes, y están agotados. 

Sin embargo, mantienen la calma y se enfocan en hacer lo que puedan hacer, aunque la ciudad todavía no haya conseguido suficientes habitaciones de hotel. El día anterior, los funcionarios dijeron que había 85 disponibles. Eso todavía no era verdad.

Organizadores dicen que los contratos entre la ciudad y los hoteles no se han firmado, acuerdos no se han alcanzado, y luego algunos se deshacen. Esas 85 unidades fueron una promesa de más—por lo menos durante la mayor parte del día. Finalmente, algunas unidades se abren.

Emily Goodman, con la Cooperativa Comunitaria de East Colfax, ayuda a Yubisay Fonseca para que encuentre un lugar donde ir después de que ella y sus vecinos se vieran obligados a salirse de los recientemente clausurados apartamentos Fitzsimons Place en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

A media mañana, una mujer furiosa maneja su automóvil a través de la multitud, apuntándolo hacia los inquilinos y organizadores. La gente la persigue, pegándole al automóvil con sus puños.

Corren rumores de que secuestró a un niño. ¿O golpeó a un niño con su automóvil? ¿O casi golpeó a un niño?  

La policía corre hacia ella y la cuestiona. No parece tener a un niño y ningún niño parece estar lastimado. Las familias se alejan caminando. 

Y espera aún más. 

“Tenemos que ser pacientes”, dice Carlos, el esposo de Fonseca. 

Gabriel, su hijo de cinco años, mueve una espada de plástico por el aire. Se sube a un cerco. Corre a través del campo deportivo a una área de juegos. Se sube de nuevo por el cerco, hace un gesto de dolor cuando una abeja le pica. Hace un berrinche hasta que se queda dormido bajo un toldo. 

Otros niños se pasan una pelota de fútbol en un círculo.  

Una combinación de voluntarios e inquilinos se reúnen alrededor de un automóvil de donde surge a todo volumen música de la superestrella mexicana Gloria Trevi. Tienen una bandera de arcoíris.  

Moon Witts juega a las palmadas con Sofía (9) en medio de una intersección en Aurora mientras activistas ayudan a los inquilinos de los apartamentos Fitzsimons Place para que encuentren un lugar donde ir después de verse obligados a salirse. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Cerca de ellos, un grupo de hombres jóvenes escuchan hip-hop en sus teléfonos.  

Y esperan.

Voluntarios entregan comida: burritos, arroz con pollo y sándwiches de queso y carne. Reparten un sinnúmero de botellas de agua. 

El sol pega con todo. Las familias siguen pidiendo ayuda, los organizadores siguen intentando, pero es poco lo que pueden hacer.  

Reporteros de televisión van y vienen. La gente les cuenta a los reporteros sobre la injusticia. Principalmente, intentan mantenerse frescos.

Un hombre en una motocicleta Harley se acerca zumbando y pregunta qué está pasando. Un voluntario le explica. 

“¿Son ilegales?” grita. “Llama al [Servicio de Inmibración y Control de Aduanas]”. 

Se aleja a rugidos.  

La tarde se alarga. 

Algunas organizaciones sin fines de lucro externas buscan habitaciones para los inquilinos, algunas más permanentes y otras en hoteles. Logran conectar a un par de familias con refugio—por un tiempo.  

Fonseca está segura de que, como ViVe Wellness la colocó en su apartamento en Fitzsimmons Place, el grupo le dará una habitación. Por lo menos, eso es lo que los organizadores dijeron.  

Se acerca a la mesa para pedir noticias. Ahora, le dicen, ViVe ya no tiene más habitaciones. 

“Nada”, dice, alejándose.

“Necesitamos más espacio”, Angel dice. 

Yubisay Fonseca espera junto a la calle cerca del edificio de apartamentos Fitzsimons Place después de que la obligaran a salirse de su hogar ahí junto con todos sus vecinos. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

A Fonseca y Pinto les dicen que todavía no hay nada para ellas. 

“Voy a dormir en mi carpa en la calle”, Fonseca dice.  

Los policías siguen parados, con los brazos cruzados, esperando recibir las órdenes de irse y vigilando a cerca de 100 personas que esperan por un lugar donde ir.  

Lentamente, se abren más habitaciones de hotel. Algunas estarán disponibles pronto, otras no hasta las 3 de la tarde.  

Los policías terminan yéndose. El edificio de apartamentos está rodeado de un cerco de alambre. La basura que se amontonó durante meses ya no está. El último indicio de que la Ciudad de Aurora estuvo involucrada en el terreno desaparece.  

Más familias empacan sus cosas. Algunas toman autobuses, antes que los boletos que la ciudad proporcionó se acaben. Activistas se llevan a otras en automóviles. 

Cuando la mayoría de las familias descubren que tendrán una habitación de hotel hasta finales del mes, celebran. Luego miran nerviosamente a su alrededor, tristes de ver a sus vecinos todavía en la acera. Abrazan a sus amigos y les dicen adiós. 

La familia de Pinto finalmente se entera de que tienen un lugar. Dan unas vueltas y se alejan en su camioneta. Se preocupará más tarde de dónde irán a la escuela sus hijos.

Familia tras familia se va. Luego la corriente se detiene. 

“Nada en el Comfort Inn”, dice Emily, quien ha estado trabajando sin descanso. “Nada en el Quality Inn”. 

Aquí y allá, puede encontrar una habitación para las familias. Pero no hay muchas. 

“Estoy tratando de que la ciudad nos consiga más habitaciones de motel”, Emily dice. 

Los funcionarios de Aurora dicen que están buscando. Finalmente, 10 o más surgen. Y más familias se van.  

Fonseca, mientras tanto, tiene una de las familias más numerosas. Necesitan dos habitaciones. Figura entre las últimas que todavía no tienen un lugar para dormir. 

Así que le dice adiós a una amiga y otra y espera en la mesa con esperanza. Cada vez que Emily dice todavía no, Fonseca mueve la cabeza. Siete personas en su familia podrían terminar en la calle.  

Se sienta junto a la acera, cabizbaja, dibujando un corazón con gis.  

Alrededor de las 5 de la tarde, mencionan su nombre. Su familia tiene dos habitaciones en un Quality Inn, a muchas millas de distancia.  

Ella, sus hijos y su esposo dicen sus adioses. Abrazan a sus amigos y se apresuran a subirse a su camioneta destartalada.

Yubisay Fonseca dibuja un corazón en la acera mientras espera junto a la calle cerca de los apartamentos Fitzsimons Place después de que la obligaran a salirse de su hogar ahí junto con todos sus vecinos. 13 de agosto de 2024.
Kevin J. Beaty/Denverite

Mientras manejan, mece a Gabriel en sus brazos en el asiento de atrás.  

Fonseca y su esposo Carlos no saben cómo cocinarán comida sin una cocina. No saben cómo llevarán a sus hijos a la escuela. Están empezando de cero otra vez.   

Fonseca y su esposo Carlos no saben cómo prepararán comida sin una cocina. No saben cómo llevarán a sus hijos a la escuela. Están empezando de cero otra vez.   

Sin embargo, Fonseca dice sentirse "aliviada". 

Su hijo de 24 años observa un boleto de la lotería y le dice a su papá, Carlos, lo cerca que estuvo de ser ganador: solo un número le faltó en la serie. 

Yubisay Fonseca se muda a una habitación de hotel por la noche, después de que la obligaran a ella y a sus vecinos a salirse de sus apartamentos en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kyle Harris/Denverite

Entran caminando al Quality Inn. Hay una larga fila, con muchas personas que llegaron de los apartamentos clausurados.  

La mujer en la recepción está ofuscada. No habla español. Le pidió a una de las personas bilingües que limpian las habitaciones que la ayude a hablar con los huéspedes. 

Después de aclarar una confusión, finalmente, Fonseca y su hijo mayor reciben una llave cada uno para sus habitaciones.  

Fonseca y Gabriel caminan alrededor del edificio, agarrados de la mano. Suben por las escaleras. Gabriel va contando los números en las puertas hasta que llegan a su habitación.  

La puerta está atorada. Tardan unos minutos en abrirla sacudiéndola. Cuando entran, les pega un aire frío. Gabriel brinca sobre las sábanas limpias y empieza a bailar y hacer gestos. Fonseca hace el signo de la paz.  

Y pasean por la habitación. Tienen un televisor grande, camas hechas cuidadosamente y un pequeño jabón en el baño. 

Lo mejor de todo, tienen una cocineta con una estufa eléctrica, una cafetera y café gratis, un microondas y un refrigerador mediano. Podrán cocinar en su hogar. 

Yubisay Fonseca celebra mientras se muda a una habitación de hotel por la noche, después de que a ella y a sus vecinos los obligaran a salirse de sus apartamentos en Aurora. 13 de agosto de 2024.
Kyle Harris/Denverite

De vuelta en la vieja camioneta de la familia, Carlos se da cuenta de que las llaves se quedaron adentro. 

Intenta jalar la puerta para abrirla. Trata de usar su cuchillo para abrir el candado. Empieza a romper la ventana de atrás con el mango de su cuchillo.  

Antes de romper el vidrio, un hombre mayor desaliñado parado en el balcón del hotel le grita: “¿Dejaste las llaves en tu coche?” 

Carlos no entiende al principio, pero termina por entender lo que quiere decir, deja de pegarle a la ventana, y dice sí con la cabeza.

El hombre mayor—sin camisa, quemado por el sol, con tatuajes—baja, sacándose su largo pelo gris de los ojos. Busca entre sus herramientas y encuentra un kit para abrir un coche cerrado.

“No sé si funcionará, pero lo intentaré”, dice.   

Los dos hombres, comunicándose con gestos, logran jalar suficiente la puerta para deslizar una bolsa de aire adentro. La inflan y usan una larga vara de metal para abrir el candado.  

Thank you”, Carlos dice en inglés.  

“Muy bien”, el hombre dice, notando que la mochila de Carlos está asentada en el frente de la camioneta. “No te olvides tu bolsa”. 

Carlos se ríe. Necesita esa bolsa. Su familia dejó casi todo en su antiguo hogar.   

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